
LA POBREZA Y EL VIH/SIDA EN ÁFRICA AL SUR DEL SÁHARAPor Desmond CohenImpreso en mayo de 1998
Hay dos relaciones causales que las personas encargadas de elaborar políticas y programas tienen que comprender, a saber:
la relación entre la pobreza y el VIH/SIDA, que abarca la distribución espacial y socioeconómica de la infección por VIH entre las poblaciones africanas y el análisis de los factores relacionados con la pobreza que afectan la capacidad de los hogares y de las comunidades para hacerle frente; y
la relación entre el VIH/SIDA y la pobreza, es decir, comprender los procesos mediante los cuales la experiencia de los hogares y las comunidades con el VIH y el SIDA termina por intensificar la pobreza.
Para que estas relaciones tengan sentido, hay que comprender los complejos mecanismos socioeconómicos que funcionan en las sociedades africanas, así como la conceptualización de la pobreza que es pluridimensional. De ahí se infiere que el análisis de estas cuestiones tenga que hacer un compendio de:
las dimensiones de la pobreza relacionadas con el género, en particular el hecho de que el cabeza de familia en los hogares más pobres suele ser una mujer;
los aspectos intergeneracionales de la pobreza, es decir, la importancia de considerar la pobreza como parte de procesos sociales, económicos y políticos dinámicos;
los elementos tanto cualitativos como cuantitativos de la pobreza, es decir atribuir la importancia debida a aquellos aspectos de la pobreza que delinean y definen las capacidades y las contribuciones de los individuos y los hogares a los procesos socioeconómicos y políticos y la manera en que la epidemia los hace cambiar; y
la manera en que la epidemia del VIH altera las complejas relaciones entre los pobres y los ricos, vale decir, cambiando la distribución de los ingresos y los bienes e intensificando los procesos de exclusión social.
PREVALENCIA DEL VIH: LAS PRUEBAS
Del total mundial de 30 millones de personas que vivían con el VIH en 1997 unas dos terceras partes (21 millones) viven en África al sur del Sáhara. La infección se concentra en los grupos social y económicamente productivos con edades entre 15 y 45 años, entre los cuales el número de mujeres infectadas es un poco mayor que el de hombres. Se observan diferencias significativas en las edades en que niñas y varones contraen la infección, pues en las niñas ocurre a edades más tempranas (en algunos países el número de niñas y mujeres jóvenes sobrepasa el de varones y hombres por factores de 5 o 6 en el grupo de edades de 15 a 20 años). Se calcula que 12 millones de personas han muerto de enfermedades relacionadas con el VIH desde que se declaró la epidemia a nivel mundial, de las que aproximadamente 9 millones eran africanos. Cabe inferir que el total acumulado de la población de África afectada, teniendo en cuenta los cónyugues, los hijos y los ancianos a cargo deba ser del orden de los 150 millones1. Se trata de una asombrosa proporción de la población total de África al sur del Sáhara – más de la cuarta parte de los africanos está directamente afectada por la epidemia del VIH. Pocas personas pueden no verse afectadas en forma indirecta, es decir por enfermedad o muerte de familiares o compañeros de trabajo.
Los niveles de prevalencia del VIH en algunas partes de África son sumamente elevados - en África meridional hay actualmente muchos países con tasas de infección de VIH en adultos que alcanzan 20 a 25%. La diferencia entre las tasas rural y urbana de VIH, que antes eran sustanciales, se está reduciendo rápidamente en muchos países. En algunas poblaciones urbanas, el VIH registra actualmente tasas de infección de 40 o 50%, porcentajes que antes se consideraban totalmente improbables. Una de las consecuencias de las elevadas tasas de infección por VIH entre las mujeres es el aumento del número de niños con VIH (transmitido de madre a hijo). Se calcula que actualmente hay unos 8 millones de niños africanos que han perdido a uno o a ambos progenitores debido a enfermedades relacionadas con el VIH, y que para el 2010 esas cifras habrán aumentado a unos 40 millones. En muchos países la proporción de menores que habrán perdido a uno o a ambos progenitores será de 20 a 25% a finales del primer decenio del nuevo milenio (Gráfico 1). Estas tendencias tendrán implicaciones directas para la pobreza intergeneracional e impondrán enormes retos para los formuladores de políticas.
GRÁFICO 1
HUÉRFANOS A CAUSA DEL SIDA MENORES DE 15 AÑOS COMO PORCENTAJE DE LA POBLACIÓN TOTAL MENOR DE 15 AÑOS
Fuente: International Programs Center - Populations Division, U.S. Bureau of the Census, Washington, DC
La infección por VIH no se limita a los más pobres, pese a que los pobres representan la mayoría absoluta de los infectados en África. Hay pocas pruebas del gradiente socioeconómico de la infección por VIH, ya que las tasas son superiores en la medida en que se pasa de un sector a otro en la estructura educacional y socioeconómica. De ahí que las relaciones entre la pobreza y el VIH sean todo menos simples y directas y que estén presentes fuerzas más complejas que los puros efectos de la pobreza solamente. De hecho, muchas personas que no son pobres en África han adoptado y practicado estilos de vida que los exponen a la infección por VIH, con todas las consecuencias sociales y económicas que ello entraña. Cabe deducir que la capacidad de los individuos y los hogares para hacer frente al VIH y al SIDA dependerá de la dotación inicial de bienes que posean, tanto humanos como financieros. Los más pobres por definición son los menos aptos para enfrentarse a los efectos del VIH/SIDA, de manera que la miseria aumenta entre las poblaciones afectadas. Incluso los que no son pobres ven disminuir sus recursos debido a la experiencia de la infección (morbilidad y muerte), además hay cada vez más pruebas de que en las comunidades urbanas está surgiendo una clase de personas que se han empobrecido debido a la epidemia.
Los efectos del VIH y del SIDA se ponen de manifiesto en los cambios en la esperanza de vida (Gráfico 2) que es el mejor indicador resumen de los efectos del VIH y del SIDA en países con altos niveles de prevalencia del VIH. Estos datos son notables ya que muestran a las claras las repercusiones demográficas de la epidemia para las poblaciones africanas. En muchos países, la mortalidad de adultos se ha duplicado o triplicado en relación con el decenio anterior y esto puede atribuirse directamente al VIH y al SIDA. Lo que actualmente están experimentando esas poblaciones son niveles de esperanza de vida que fueron típicos del decenio de 1950. Esto no se limita a los que viven en la pobreza, pero se concentra en ellos, que representan la inmensa mayoría de los que mueren directamente debido a enfermedades causadas por el VIH. Estos datos indican la infección por VIH registrada a fines del decenio de 1980, ya que desde entonces en muchos países la prevalencia del VIH se ha intensificado en lugar de disminuir. De manera que siguen siendo realmente sombrías las perspectivas de que vuelva a disminuir la esperanza de vida, tanto en su totalidad como para los más pobres.
Hay dos relaciones causales que las personas encargadas de elaborar políticas y programas tienen que comprender, a saber:
la relación entre la pobreza y el VIH/SIDA, que abarca la distribución espacial y socioeconómica de la infección por VIH entre las poblaciones africanas y el análisis de los factores relacionados con la pobreza que afectan la capacidad de los hogares y de las comunidades para hacerle frente; y
la relación entre el VIH/SIDA y la pobreza, es decir, comprender los procesos mediante los cuales la experiencia de los hogares y las comunidades con el VIH y el SIDA termina por intensificar la pobreza.
Para que estas relaciones tengan sentido, hay que comprender los complejos mecanismos socioeconómicos que funcionan en las sociedades africanas, así como la conceptualización de la pobreza que es pluridimensional. De ahí se infiere que el análisis de estas cuestiones tenga que hacer un compendio de:
las dimensiones de la pobreza relacionadas con el género, en particular el hecho de que el cabeza de familia en los hogares más pobres suele ser una mujer;
los aspectos intergeneracionales de la pobreza, es decir, la importancia de considerar la pobreza como parte de procesos sociales, económicos y políticos dinámicos;
los elementos tanto cualitativos como cuantitativos de la pobreza, es decir atribuir la importancia debida a aquellos aspectos de la pobreza que delinean y definen las capacidades y las contribuciones de los individuos y los hogares a los procesos socioeconómicos y políticos y la manera en que la epidemia los hace cambiar; y
la manera en que la epidemia del VIH altera las complejas relaciones entre los pobres y los ricos, vale decir, cambiando la distribución de los ingresos y los bienes e intensificando los procesos de exclusión social.
PREVALENCIA DEL VIH: LAS PRUEBAS
Del total mundial de 30 millones de personas que vivían con el VIH en 1997 unas dos terceras partes (21 millones) viven en África al sur del Sáhara. La infección se concentra en los grupos social y económicamente productivos con edades entre 15 y 45 años, entre los cuales el número de mujeres infectadas es un poco mayor que el de hombres. Se observan diferencias significativas en las edades en que niñas y varones contraen la infección, pues en las niñas ocurre a edades más tempranas (en algunos países el número de niñas y mujeres jóvenes sobrepasa el de varones y hombres por factores de 5 o 6 en el grupo de edades de 15 a 20 años). Se calcula que 12 millones de personas han muerto de enfermedades relacionadas con el VIH desde que se declaró la epidemia a nivel mundial, de las que aproximadamente 9 millones eran africanos. Cabe inferir que el total acumulado de la población de África afectada, teniendo en cuenta los cónyugues, los hijos y los ancianos a cargo deba ser del orden de los 150 millones1. Se trata de una asombrosa proporción de la población total de África al sur del Sáhara – más de la cuarta parte de los africanos está directamente afectada por la epidemia del VIH. Pocas personas pueden no verse afectadas en forma indirecta, es decir por enfermedad o muerte de familiares o compañeros de trabajo.
Los niveles de prevalencia del VIH en algunas partes de África son sumamente elevados - en África meridional hay actualmente muchos países con tasas de infección de VIH en adultos que alcanzan 20 a 25%. La diferencia entre las tasas rural y urbana de VIH, que antes eran sustanciales, se está reduciendo rápidamente en muchos países. En algunas poblaciones urbanas, el VIH registra actualmente tasas de infección de 40 o 50%, porcentajes que antes se consideraban totalmente improbables. Una de las consecuencias de las elevadas tasas de infección por VIH entre las mujeres es el aumento del número de niños con VIH (transmitido de madre a hijo). Se calcula que actualmente hay unos 8 millones de niños africanos que han perdido a uno o a ambos progenitores debido a enfermedades relacionadas con el VIH, y que para el 2010 esas cifras habrán aumentado a unos 40 millones. En muchos países la proporción de menores que habrán perdido a uno o a ambos progenitores será de 20 a 25% a finales del primer decenio del nuevo milenio (Gráfico 1). Estas tendencias tendrán implicaciones directas para la pobreza intergeneracional e impondrán enormes retos para los formuladores de políticas.
GRÁFICO 1
HUÉRFANOS A CAUSA DEL SIDA MENORES DE 15 AÑOS COMO PORCENTAJE DE LA POBLACIÓN TOTAL MENOR DE 15 AÑOS
Fuente: International Programs Center - Populations Division, U.S. Bureau of the Census, Washington, DC
La infección por VIH no se limita a los más pobres, pese a que los pobres representan la mayoría absoluta de los infectados en África. Hay pocas pruebas del gradiente socioeconómico de la infección por VIH, ya que las tasas son superiores en la medida en que se pasa de un sector a otro en la estructura educacional y socioeconómica. De ahí que las relaciones entre la pobreza y el VIH sean todo menos simples y directas y que estén presentes fuerzas más complejas que los puros efectos de la pobreza solamente. De hecho, muchas personas que no son pobres en África han adoptado y practicado estilos de vida que los exponen a la infección por VIH, con todas las consecuencias sociales y económicas que ello entraña. Cabe deducir que la capacidad de los individuos y los hogares para hacer frente al VIH y al SIDA dependerá de la dotación inicial de bienes que posean, tanto humanos como financieros. Los más pobres por definición son los menos aptos para enfrentarse a los efectos del VIH/SIDA, de manera que la miseria aumenta entre las poblaciones afectadas. Incluso los que no son pobres ven disminuir sus recursos debido a la experiencia de la infección (morbilidad y muerte), además hay cada vez más pruebas de que en las comunidades urbanas está surgiendo una clase de personas que se han empobrecido debido a la epidemia.
Los efectos del VIH y del SIDA se ponen de manifiesto en los cambios en la esperanza de vida (Gráfico 2) que es el mejor indicador resumen de los efectos del VIH y del SIDA en países con altos niveles de prevalencia del VIH. Estos datos son notables ya que muestran a las claras las repercusiones demográficas de la epidemia para las poblaciones africanas. En muchos países, la mortalidad de adultos se ha duplicado o triplicado en relación con el decenio anterior y esto puede atribuirse directamente al VIH y al SIDA. Lo que actualmente están experimentando esas poblaciones son niveles de esperanza de vida que fueron típicos del decenio de 1950. Esto no se limita a los que viven en la pobreza, pero se concentra en ellos, que representan la inmensa mayoría de los que mueren directamente debido a enfermedades causadas por el VIH. Estos datos indican la infección por VIH registrada a fines del decenio de 1980, ya que desde entonces en muchos países la prevalencia del VIH se ha intensificado en lugar de disminuir. De manera que siguen siendo realmente sombrías las perspectivas de que vuelva a disminuir la esperanza de vida, tanto en su totalidad como para los más pobres.
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